febrero 28, 2008

Nothing beats the real thing

La noche perfecta. La noche que jamás se olvidará. Así de claro confesaron muchos que quedaría en sus cabezas lo que pasó el martes 26 en el estadio Ricardo Saprissa.

La banda inglesa Iron Maiden se dejó ver por primera vez en 33 años de vida en Centroamérica.








Un concierto más ordenado que cualquiera otro. A las 7 p. m. era poca la fila que quedaba fuera del estadio; adentro ticos y extranjeros ejecutando algo que la política aún no ha logrado: hermanarse con abrazos, juntando banderas y mirándose con amabilidad unos a otros al cantar.

Solo un defecto tuvo el concierto: un sonido claro y casi perfecto de no ser porque fue poco potente. Pequeño sonido para una banda inmensa.

Nena, aquí ¡no! Aún el amor más grande no podía haberse quedado ciego ante esto: Lauren Harris no era la telonera adecuada. Será muy hija de su papá, el adorado bajista Steve Harris, pero la propuesta livianísima y monótona era más para abrirle a ¿RBD?

Con un repertorio de unas cinco canciones, que más bien parecían una sola y muy larga agonía, Lauren pasó sin pena ni gloria.

La joven hija de Harris trató de sacar alguna buena reacción a los miles de fanáticos, pero ni porque cuatro veces repitió “déjenme ver sus malditas manos” hizo que el gentío la alabara.

¿Qué el público gritó con ella? Sí, claro pero para interrumpir sus muy “lolipop” canciones con gigantescos coros de “¡Maiden, Maiden, Maiden, Maiden!”

Ni porqué parece que clona la dinámica de escenario del inimitable Bruce Dickinson la chica convenció o conmovió. ¡Se atrevió a subirse a los monitores y a cantar agachada al estilo y firma de Bruce! Quizá s algo está aprendiendo de andar con los Iron Maiden.

El gran aplauso que le sacó Lauren Harris al Ricardo Saprissa fue cuando dijo al auditorio que llegaba a su última canción.

Hora cero. Cada vez que un técnico entraba para ajustar el escenario que, por dicha, había dejado Lauren Harris se desataba una gritería. Y cuando se apagan las luces... ¡peor aún!

Así que, cuando al filo de las 9 p. m. el Saprissa quedó a oscuras y empezó a sonar Welcome To Machine , de Pink Floyd, siguió Doctor Doctor de UFO y finalmente apareció en los parlantes Transilvania (del Iron Maiden ) cuando en las pantallas gigantes se veía a la banda inglesa bajando del Ed Force One el gentío gritó.

Un mar de banderas se alzó entre el público: Panamá, El Salvador, Honduras, Guatemala, Inglaterra, Costa Rica y hasta una que escrita tenía: Tarrazú.

A las 9:04 p. m. fue la hora cero: en las pantallas aparecieron las imágenes del bombardeo sobre Londres, por parte del ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial, acompañado del discurso que Sir Winston Churchill pronunció a propósito de ello... ya no había nada más que esperar. La introducción anunciaba que todo empezaba en Tibás con Aces High .

Seguido vino 2 Minutes to Midnight . ¿Cómo podía faltar este tema si es un llamado de atención al dolor que sufre el planeta por las guerras nucleares. En las plateas y gradería del estadio miles se movían con las manos arriba.

¿Cuáles disturbios? ¿Cuáles patadas? ¿Cuáles empujones o agresiones? En la gramilla todos estaban tranquilos. ¡Más empujones, insultos, codazos y vulgaridades han habido en conciertos de otra índole en toda Centroamérica.

“Grita por mí Costa Rica que no los escucho”, dijo Bruce Dickinson en medio de la pieza y el estadio, que ya estaba rendido por Maiden horas, días y años fue obediente.

Revelations sirvió para que Bruce guiara al público para los coros. Dickinson corría por todo el escenario, arrancaba gritos cuando saltaba con las piernas abiertas y aún después de tanto esfuerzo no perdía el aire ni la voz. Por algo este piloto de avión e historiador ha cantado con Monserrat Cavallé.

Con la misma velocidad con la que se corría el escenario, Bruce desaparecía de repente para salir luego con alguna vestimenta que complementara su histriónica actuación. Así fue en The Trooper cuando apareció con una casaca roja del ejército inglés y agitando la bandera británica.

Solo palabras dulces tuvo el duro Bruce para Centroamerica; confesó que en México fueron 60.000 personas a verlos pero que aquí, siendo unas 27.000 almas, todo había estado mejor que el otro país.

Llegó entonces Wasted Years que fue coreada en grande; lo mismo que The Number of the Beast y Can I Play With Madness . Run to the Hills hizo saltar al gentío para pasar luego a un momento dramático con The Rime of the Ancient Mariner una historia de un hombre viejo lleno de nostalgia. Bruce, que más que un cantante es un intérprete y un actor, personificó la marinero al vestirse con un manto negro. Larga y dramática, con todo y sus descansos como una opereta, fue The Rime ... que llegó hasta el corazón de cualquier fan .

Recta final. El encarnar personajes llegó a su punto alto con Powerslave cuando Bruce salió con una máscara y fue el tema donde Janick Gers, Dave Murray, Adrian Smith y Steve Harris se lucieron en las cuerdas. A lo largo del concierto tuvieron sus tiempos para solos mientras Nicko McBrain, maestro de oído de muchos bateristas, hacía lo suyo casi que escondido entre sus platillos, redoblantes, bombos y tambores.

En Heaven Can Wait , un grupo de más de diez fans subieron al escenario en el coro del tema.

El tema quizás más esperado llegó a las 11 piezas del “chivo/toque”: Fear of the Dark . Nada tiene que envidiar el concierto del martes al que dio Iron Maiden en el Rock in Río hace años atrás. El coro fue perfecto y la emoción enorme. Fans llorando por doquier.

La alegría siguió creciendo cuando apareció Iron Maiden y en medio un Eddie gigante, de más de tres metros, salió al escenario.

Llegó el momento de la despedida y Iron Maiden abandonó el escenario. Por supuesto, el Saprissa pidió a gritos “¡otra, otra! “ y la banda regresó para entregar Moonchild , The Clairvoyant y Hallowed Be Thy Name . Un Iron Maiden perfecto, tan tallado como en sus discos; una banda que no necesitó de humo, fuego, videos especiales o demasiado maquillaje para dar un concierto impresionante.

No pudo irse la banda sin que el estadio le cantara cumpleaños feliz a Adrián Smith. Y Maiden puedo irse, de fijo, con un buen recuerdo de toda la región.